Me detuve a pensar cuando
fue la última vez que pude descansar, y mi memoria comenzó de nuevo a dar
vueltas pero de inmediato alcancé a toparme con algunos pensamientos poco
claros pero que al mismo tiempo daban luces de algo de lo que ya había vivido.
Pasaba por mi mente como una
película de mis ilusiones con una chica muy guapa, agradable y sonriente, delicada como un manjar de ricas frutas, con piel tan tersa como un manto de
seda en las suaves manos de un bebé. Recordé que me amaba con locura y que se
prendía a mis brazos con tanta pasión como las amapolas abrasan al sol en las
mañanas y danzan con el pasar de las horas juntos sin quitarse la vista una del
otro. Así recordaba a esa chica que pasó fugazmente por mis pensamientos. Luego
y sin saber por qué, estaba solo, lleno de angustias y sobre saltos,
desesperado y deprimido, llorando como si algo se hubiese separado de mí, sentía mi
alma partida en pedazos y no daba la razón del porqué. Continuaba recordando
con mucho esfuerzo. Me veía llorando en mi cama, sentado en la orilla con las
manos tapando mi cara, con pensamientos insanos sobre mi vida…pero una neblina
comienza a toparse entre lo que observo y hace huir esos recuerdos.
Me decido a hacer un posible
último esfuerzo y empiezo a dar manotazos para que se disperse la neblina pero
ya no veo nada, ya no me veo en la habitación e intento buscarme para
permanecer en esto que estoy recordando. Busco y busco pero nada, y en medio de
todo se reinicia mi desespero y mi fatiga, todo se revuelve y comienza una
vez más a dar vueltas. Recuerdo en respirar profundo como lo hice la última vez
para que se tranquilice mi entorno, y cuando exhalo abro los ojos lentamente
para darme cuenta que nunca los había cerrado. Al parecer estuve de pie frente
a la ventana todo este tiempo, y observo que los primeros rayos de sol
despuntas entre las montañas y los sonidos de las aves se escuchan con alegrías
de cantos de glorias. La luz del amanecer pasan entre los vidrios de la ventana
iluminando mi silueta, besa el piso y sigue suavemente arrastrándose con sigilo
por cada palmo de la madera del suelo mientras mi mirada lo persigue como
esperando descubrir algo.
Ya la luz del sol topa con
las patas de la mesa y me hace recordar que no he escrito nada, sube entre
ellas y baña el fondo debajo de la tabla de la mesa, y me recuerda que sigo sin escribir nada.
La luz del astro rey continua
avanzando poco a poco queriendo iluminar toda la habitación, un aro de claridad topa con mis pies pero inmutable
sigue su andar. No siento el calor de este nuevo día, y mi visión parece
esfumarse, por lo que doy unos pasos hacia atrás que parecen interminables pues
no me tropiezo con nada como si la habitación estuviese vacía.
Continua...
Henry Martínez.-
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