Miro a mi alrededor y
observo cada objeto que se encuentra en ella, hasta donde la claridad alcanza a
iluminar. La ventana deja ver en el exterior un paisaje hermoso que jamás me
había dado cuenta que estaba ahí. Observo también con luz tenue el pequeño
estante que está dentro de la habitación con unos libros desordenados en los
entrepaños, un jarrón con unas flores secas, el reloj de luz incandescente ya
no brillaba tanto y en la mesa están unas hojas con algunos garabatos escritos
en perfectos desorden y otros tantos estaban en el suelo ya dándole la luz del
sol.
Cerca de la mesa está la
cama con las sábanas sin orden alguno, la sábana estaba tirando hacia el suelo
como si alguien hubiese dormido allí y no pude haber sido yo pues llevo varios
días despierto. Junto a la cama, la mesita de noche con la gaveta y las puestas
abiertas. Al ver esto entró en mí un
sobresalto que se me erizó toda la piel, pensé de inmediato que algo malo
habría pasado, un ladrón seguro entró, ese fue mi primer pensamiento pero al
instante reacciono preguntándome en qué momento si siempre he estado aquí. La
claridad de la mañana ya entraba en casi toda la habitación dando su luz con el
pie de la cama. Y mis ojos se abren como persianas al ver en el suelo una mano
que se aclaraba su imagen al iluminarse el espacio. No podía dejar de seguir
con la vista lo que continuaba, un brazo y un torso y luego logré ver un cuerpo
completo tirado en el suelo. Las facciones de su rostro me eran conocidas.
Di traspiés hacia atrás, con
el susto más grande de mi vida, tropecé con la mesa lanzándola en el suelo y
con el volaron los papeles que estaban encima. Mientras caía al suelo vi caer
en cámara lenta esos papeles como las hojas secas de otoño que caen tumbadas
por el viento helado del norte. Me arrastré tan rápido como pude a la esquina de
la habitación en que aún no dada mucho el sol. El susto no pasaba todavía,
venían a mi pensamientos de ¿Quién era? ¿Estará muerto? ¿Quién lo mató o de que
murió? ¿Porque estaba ahí?
Mientras aguardaba en la
esquina prendado del miedo, el sol seguí su avance y aunque no quería mirar más
ni descubrir quién era esa persona tirada en el suelo de mi cuarto no podía dejar de hacerlo. Miré con más asombro aún al notar que la mesa que pensé que había
tirado estaba de pie con sus hojas de papel encima. Cerré los ojos y apreté las
manos y sentí un crujir entre ellas, abrí las manos y tenía una hoja de papel
que arrastré conmigo al colocarme en ese reducto espacio que me acobijaba como
los brazos protectores de una madre.
Tomé el papel con ambas
manos y empecé a desdoblar su corrugada estructura, estaba escrito algo que se
fue develando como una cortina ante mis ojos, y con mucho asombro pude leer
“Que nadie sea acusado de mi muerte” más abajo estaba escrito de forma
temblorosa “Sam…”
Me levante de mi sitio
seguro pues el miedo se había ido y camine con mucha calma hacia la mesa de escribir, y recordando al fin lo que tenía en mente por hacer tomé el
lapicero y la hoja de papel y escribí “descubrir la vida es encontrar la
muerte…voy tras los pasos de mi amor” y más abajo coloqué con mano firme “Sam…”
FIN. -
Henry Martínez.-
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