viernes, 29 de julio de 2016

REFLEXIÓN ANTE LA MUERTE DE UN SER

Cuando alguien querido (familiar o amigo) se muere -indiferentemente cual haya sino la causa- lloramos desconsoladamente en la mayoría de los casos. Nos recordamos y/o escuchamos  casi siempre de sus últimos momentos en vida; que si lo vi ayer en la tarde y me dijo tal cosa; que si pasó por aquí temprano y me saludó con mucho cariño, es que creo que vino a despedirse, y más cosas similares. Pero ¿Qué es lo que lloramos cuando él o ella ya no están físicamente?

En muchos casos vemos a los hombres y a muy pocas mujeres (sin intención de discriminar) mantenerse erguidos ante la muerte de ese ser querido. Lo hacen en la mayoría de los casos para que nos los vean llorar, para que vean lo fuerte que son aunque por dentro se estén destrozados. Pero, seguro no lloran porque han entendido que un hombre o una mujer de carne y hueso, no es exactamente lo que uno conoce de ellos. Esas figuras materiales la reconocemos, que es distinto. Es para nosotros un referente.

Seguro no lloran por que hayan entendido que uno se enamora de la esencia, del ser y lo calificamos como virtud o calidad de gente. Así, como cuando uno cree en un Dios, en una divinidad, no nos importa la forma física, se cree en él sin verlo. Empiezas a conocerlo por las cosas que nos dicen que ha hecho o que ha dicho, que son atribuidas a ese Dios, y hacen que uno se identifique con esos hechos. Comenzamos a quererlo sin saber cómo es, y eso no nos importa. Damos nuestra fe en pensar que algún día estaremos frente a él, en ser su aliado en las cosas que habrá que hacer, lo imitamos tanto en sus acciones cómo en sus palabras. Intentamos seguir sus pasos para que nos acepte en su reino “aunque sea como el último de su siervo”.

Y si pensamos en lo mucho que creemos en un ser supremo ¿Por qué lloramos? Muchos creemos que hay o existe una fuerza que nos mueve a todos, otros, también significantes en números no creen en nada, solo en lo que ven. Lloramos cuando una persona allegada fallece y deja en nosotros un hondo pesar que lamentamos por un tiempo perentorio mientras nos acostumbramos a la ausencia de ese ser querido porque nuestras vidas continúan. ¿Será que no hemos aprendido en tantos millones de años de evolución a entender que no somos lo que se entierre en una fosa, o se incinera en un crematorio, o lo que sea que se haga con el cuerpo según su religión, costumbre o gusto? Repito la pregunta anterior ¿Qué es lo que lloramos o a quién lloramos?

Nos dicen que somos hecho a imagen y semejanza de un Dios (cualquiera sea su existencia cultural) pero no entendemos que sí somos su imagen y semejanza, entonces somos luz, energía, que somos una esencia o un ente, que lo físico no nos identifica pues la carne y la piel envejecen pero seguimos siendo los mismos, con más experiencia y más aprendizajes.

A pesar de saber todo esto, seguimos aferrados a lo material. Seguimos llorando la ausencia física de la persona, y no nos damos cuenta que esas famosas y repetitivas frases de “te recordaré siempre en mi mente y en mi corazón” o “mientras yo viva, vivirás en mi” son precisamente porque lo que sentimos de una persona amada es lo que nos atrae de su ser.

Aunque sé que son dolorosos esos momentos, más por lo que sentimos que por lo pensamos, debemos recordar que somos imagen y semejanzas al Dios que creemos. Pero como nos infunden la vida sólo de lo material como posesión preciada, incluyendo al hombre y a la mujer en términos de propiedad. Así mismo lo hacemos con el Dios, que lo asemejamos a nosotros y le damos la imagen según nuestra cultura y raza.

Cuando entendamos de una vez, que la vida es la que dejamos y no nos la llevamos… entonces dejaremos de llorar ante la muerte. 

viernes, 22 de julio de 2016

EN LA BÚSQUEDA (Final-Final)

La puerta de vidrio que da a la calle principal se abra automáticamente al medio detenerme frente a ella, salgo forzando las hojas de la puerta con la mirada puesta hacía los postes, pero la luz intensa del lobby de la recepción me impide ver con nitidez, me toma unos segundos enfocar las imágenes que están frente a mí.

Camino apresurado intentando dar unos pasos casi trotando sin dejar de mirar a los dos primeros postes que están cerca. Me detengo dando unos pasos de más y camino con más calma y miro, ahora desde la calle donde la visión es distinta a cuando estaba allá arriba en mi balcón.

Y ahí estaban, los dos seres que no sabía a ciencia cierta si se estaban abrazando o él la aprisionaba queriendo asfixiarla. Avancé hacía ellos poco a poco para saber bien que estaba sucediendo, y continúo dando pasos cortos casi imperceptibles, me acerco y la luz que pega del piso rebota con más luminosidad hacia ambas figuras. Ahora las veo con más claridad…

El viento helado corre entre mis manos y mis orejas comienzan a congelarse, y mientras comienzo a frotármelas con el calor que intento sacar de mi boca, escucho la voz triste: te estuve esperando todo el otoño y ahora que llegas debo despedirme en el poco tiempo que me queda…
.- Mi paso también será por poco tiempo, tú lo sabes.
.- Si, pero yo siempre espero tu llegada para despedirme ya que no puedo irme sin verte antes…
.- Jamás me he acostumbrado a estos encuentros fugaces.
.-  No podemos hacer más…
.- La maldición de nuestro amor no la romperemos jamás, pero siempre vendré unos días antes que te marchas para luego quedar en solitario.
.- Abrázame fríamente con el calor de tu amor…
.- Te amo aunque me sientas frío, te amo aunque nos volvamos distantes, pero estos pocos días son suficiente para soportar el tiempo en que vuelva a verte.
.- El viento ya viene por mí, tu llegada le avisa que debe pasar a buscarme… ¿Nos veremos en la próxima temporada?
.- Seguro, y vendré ansioso como siempre…

Mis lágrimas querían brotar para correr por mis mejillas, al escuchar este dialogo, y cuando pensé en dejarlos solos sopló un viento algo fuerte y en ese momento la pareja se besó tiernamente mientras la brisa levantaba a la mujer que se desvanecía confundiéndose con el frío.


El hombre se quedó cabizbajo recostado del poste. Miré su tristeza al quedarse solo, sentí pena. Metí las manos en mis bolsillos para irme de nuevo a mi apartamento y al dar los primeros pasos comenzó a caer las primeras y pequeñas estrellas de nieve… ha llegado el invierno.

viernes, 15 de julio de 2016

EN LA BÚSQUEDA (Parte casi Final)

Desaparece la ciudad ante una nube de espesa niebla. Abajo aunque no puedo verla, la ciudad se siente en calma como si uno estuviese en el cielo y fingiera ser el Dios del Olimpo. De nuevo una suave brisa helada hace correr con armonía a la neblina que pasea en mi balcón y  logro ver otra vez la ciudad, logro ver esta calle clarioscura que me infunde tanto miedo.

Comienzo a buscar entre las luces caídas a los pies de los postes y observo que los tacones de los zapatos rojos de la mujer de caminar revelador están juntos a la extraña figura. Pensé que seguro estaba en peligro, que la atracaban en ese momento y por eso estaba detenida junto a él, que podría matarla y nadie lo detendría. La mujer echa unos pasos hacia atrás y regresa a él como si la hubiese halado por los brazos. Pero ella no emite ningún ruido, ¿por qué no grita? Alguien puede ir en su auxilio. Yo tendría un motivo para bajar en su auxilio aunque el miedo me pida que me quede.  

La poca luz no deja ver más que sus zapatos, mi desespero aumenta al pensar que se cometerá un crimen antes mis ojos ¡Dios porqué me habré asomado a este balcón en la noche de hoy! Si sé que mis temores me abrigarían en un clima como este.

Mientras pensaba todo eso estaba abriendo la puerta de mi apartamento, no sé qué momento llegué allí. Un impulso me guiaba por las escaleras hacia abajo, ni tiempo a pensar que podía tomar el ascensor para llegar a planta baja. Mis pies casi rozaban las esquinas de los escalones que tenían un orillo de aluminio plateado. Mis dedos pasaban firme pero suavemente entre los barrotes del pasamano, un intento de sujetarme para frenar mi andar me quisquillaba en la mano pero seguía bajando sin detener el ritmo.


Mi corazón latía con más fuerza, me quería sentir un superhéroe para darme ánimo pero faltando poco para salir a la recepción ya no me sentía tan héroe y menos súper. Pasé por la puerta de emergencia con ímpetu de valentía y camino a pasos agigantados hacía la puerta principal. Un vistazo de reojo me indica que el joven de la recepción ni se inmuta al verme pasar, ya debe de estar acostumbrado a ver pasar a gente con tanta prisa.

Continúa...

Henry Martínez.-

viernes, 8 de julio de 2016

EN LA BÚSQUEDA (Parte IV)

Ese peligro que siempre nos acompaña desde que nacemos y que nunca dejamos de tenerle miedo. Jamás aprendemos a convivir con él, jamás sabemos cuándo se nos pone de frente, nos reta y juega con nuestras habilidades sin previo aviso.

Quizás por eso nos hartamos de él, quizás por eso la mujer de caminar revelador va directo a la sombra que veo desde mi balcón, va directo hacia los pies que sólo la luz ilumina sin atreverse a subir para descubrir su rostro. Intento voltear por un momento hacia otro lado pero mi mente aún continúa siguiendo los pasos de la mujer que camina como dice la canción "Perla Negra" de Yordano "... de pinto a miseria, sin mirar atrás"

Intenté entrar al apartamento con la excusa del frío de la noche, caminé hacía la nevera para tomar un vaso con agua pero enseguida volví al balcón como de manera automática aunque mi pensar era ir a la cama. Y en vez de eso apuré el paso para ver si podía llegar antes que la mujer se topara con no sé quién, que se ocultaba a la media sombra que dan los postes, impávido, inmutable. El trago de agua pasa lentamente por mi garganta. Parecía espeso, pero es por el suspenso al irme acercando a las rejas del balcón.

Al estar cerca de la reja que soporta mi peso al inclinarme, mi deseo era no ver a nadie abajo, deseaba que la mujer ya hubiese pasado o que los pies de zapatos negros estridentemente pulidos no estuvieran iluminados por esa luz fría del poste.

Me inclino hacia la calle con la esperanza de no ver a nadie, tanto porque mi mente juega con las supuestas intenciones entre las otras personas de manera especulativa, tanto como ese deseo de todo ser humano de saber qué pasó y con lo que posiblemente no tendría una respuesta fiable. En este caso, el de la mujer que se acerca a esa imagen que para mí era espectral.

Miro, y calle abajo no se ve nada. Volteo calle arriba y tampoco veo nada, y a lo lejos se asoma la bruma entre hollín y niebla que da un aspecto gris oscuro que sube y se acerca haciendo casi imposible la visibilidad.


La calle se desaparecía levemente ante mis ojos al punto de que la neblina estaba a la altura del mi balcón invitándome a caminar sobre ella.

Continuará...

Henry Martínez.-