Ese
peligro que siempre nos acompaña desde que nacemos y que nunca dejamos de
tenerle miedo. Jamás aprendemos a convivir con él, jamás sabemos cuándo se nos
pone de frente, nos reta y juega con nuestras habilidades sin previo aviso.
Quizás
por eso nos hartamos de él, quizás por eso la mujer de caminar revelador va
directo a la sombra que veo desde mi balcón, va directo hacia los pies que sólo
la luz ilumina sin atreverse a subir para descubrir su rostro. Intento voltear por un momento hacia otro lado pero mi mente aún continúa siguiendo los pasos de la mujer que
camina como dice la canción "Perla Negra" de Yordano "... de
pinto a miseria, sin mirar atrás"
Intenté
entrar al apartamento con la excusa del frío de la noche, caminé hacía la
nevera para tomar un vaso con agua pero enseguida volví al balcón como de
manera automática aunque mi pensar era ir a la cama. Y en vez de eso apuré el
paso para ver si podía llegar antes que la mujer se topara con no sé quién, que
se ocultaba a la media sombra que dan los postes, impávido, inmutable. El
trago de agua pasa lentamente por mi garganta. Parecía espeso, pero es por el
suspenso al irme acercando a las rejas del balcón.
Al estar
cerca de la reja que soporta mi peso al inclinarme, mi deseo era no ver a nadie
abajo, deseaba que la mujer ya hubiese pasado o que los pies de zapatos negros estridentemente
pulidos no estuvieran iluminados por esa luz fría del poste.
Me
inclino hacia la calle con la esperanza de no ver a nadie, tanto porque mi
mente juega con las supuestas intenciones entre las otras personas de manera
especulativa, tanto como ese deseo de todo ser humano de saber qué pasó y con lo
que posiblemente no tendría una respuesta fiable. En este caso, el de la mujer
que se acerca a esa imagen que para mí era espectral.
Miro, y
calle abajo no se ve nada. Volteo calle arriba y tampoco veo nada, y a lo lejos se asoma la bruma entre hollín y niebla que da un aspecto gris oscuro que sube y
se acerca haciendo casi imposible la visibilidad.
La calle
se desaparecía levemente ante mis ojos al punto de que la neblina estaba a la
altura del mi balcón invitándome a caminar sobre ella.
Continuará...
Henry Martínez.-
Continuará...
Henry Martínez.-
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