sábado, 29 de octubre de 2016

NADA MÁS (Parte Final)

Una vez vestida sale de la habitación hacia la sala, ve el ventanal que ilumina el espacio y siente como que un alma libre ronda en torno a ella, y se enamora queriendo emularla.

Mira por la ventana pero esta vez la luz del sol en lo más alto del cielo ilumina todo el valle, puede escuchar al viento danzar entre los árboles que salta de copa en copa sin detenerse, seguidos de las pequeñas aves que aprovechan la brisa para jugar entre ellas. Se voltea para mirar de nuevo al interior de su sala, observa todos los cambios que debe hacer pero recuerda la libertad que está allá afuera y decide salir a abrazarla.

Baja apresurada las veintitantas escaleras sin sentir el dolor, solo quiere salir por la puerta principal y gritar la alegría que le embarga. Quiere pasar la hoja de ese libro que debe quemar para que nunca más tenga la intención de leerla, para que no se revivan como maldición de bruja en noche de luna.

Al fin siente que todo ha acabado, que la vida comienza a ser vivida como primavera permanente. Ahora con el calor del sol directo en su rostro siente que no volverá a ver más la sombra a su espalda cada vez que se vea en el espejo, solo quiere sentir el amor verdadero y que comienza por amarse a ella misma, ya lo tiene claro.

Ahora todo lo ve distinto, con más esperanza y menos pesimismo, los colores los ve más brillantes y la vida le sabe mejor… ahora es que realmente ha comenzado a vivir, con la necesidad de los golpes de la vida y nada más.

Fin.-

Henry Martínez.-

sábado, 22 de octubre de 2016

NADA MÁS (Cuarta Parte)

Sale de la cocina subiendo su franela de tela delgada de algodón, la saca por su cabeza un poco despeinada pero esta vez no de violencia. La deja deslizar por sus delgados brazos y la deja caer en el suelo de la cocina ya cerca de la puerta. Camina unos pasos más y se desabrocha el short para dejarlos caer también, pero estos se quedan a mitad del pasillo mientras sigue rumbo al baño.

Desliza la cortina para poder alcanzar la llave del agua caliente de la regadera, en espera del tiempo en que sale el agua ella termina de quitarse la ropa interior, primero el brasier y luego el blúmer. No levanta la mirada y esquiva de nuevo el espejo, se mete a la ducha y apoyando ambas manos en la pared mientras deja caer el agua aun entibiándose sobre su cabeza.

Quería sentirse libre, pero aun estando desnuda no consigue desnudar su alma que sigue presa en los recuerdos de su pasado tormentoso, siguiendo los pasos de ejemplos matriarcales nada razonables, y que nunca se les hizo racional.

Deja que caiga directamente el agua en su rostro esperando relajar las expresiones que marcan su cara y que reflejan los rastros de tristezas y penas que embargan su existencia.

Se voltea para así sentir correr ese preciado líquido por su espalda, también siente el frescor que alivia ciertos dolores ocasionados por las situaciones vividas y que dejaron sus huellas marcas de manera imborrable, no sólo en el cuerpo sino que pasó a formar parte de su ya debilitada estima.

Cada vez que pasa sus manos por esos estigmas, que aparecen cada vez que vuelve a caer en las manos y en las palabras cuando aparece la sombra del pasado, se recuerda a sí misma que no volverá a pasar. Decidida a que eso sea así toma la toalla y seca con cuidado su cuerpo para empezar a fortalecer las ganas de vivir. No más momentos de peligros en su vida, no más respiros apresurados al ver la hora y que las cosas no estén donde deben estar con la comida lista y caliente en la mesa a esperar con una falsa sonrisa, la aprobación de que todo está bien y respirar aliviada porque puede ser que esa noche duerma un poco más tranquila.

Sale del baño para dirigirse a la habitación a vestirse con la idea de cambiar todo de su lugar, a colocar cada objeto que adorna su casa a su gusto, a sentirse libre de elegir por primera vez, a comenzar a amar verdaderamente su vida por sobre todo, a respetarse y hacerse respetar, a amar libremente cada cosa que quiera y desee sin la necesidad de aprobación más que la de ella misma.


No quiera nada más que sentirse libre por primera vez, fuera del sometimiento familiar, fuera de la mirada inquisidora de la pareja. Quiere decidir por sí misma, tener vida propia. Ya es la habitación comienza a vestirse con ropa elegida al azar con la intención de concluir esta etapa de su vida…

Continua...

Henry Martínez.-

sábado, 8 de octubre de 2016

NADA MÁS (Tercera Parte)

La cocina está solo a unos pasos al salir del baño, camina y al entrar apoya una de sus manos en el mostrador suavemente, mira alrededor para ver que puede cocinar sin que se le estime mucho tiempo… ni mucho esfuerzo. Procura ideal una comida sana y rápida pero sobre todo que le alivié las penas de la vida.

Su agotado sentido la invita a tomarse un té de lo que sea, le gustaría tener una compañía a su lado para compartirlo y conversar amenamente pero a estas alturas la soledad le conviene más para mirarla frente a frente sin temor.

El en primer sorbo de té, aun algo caliente le sabe a gloria, siente como el líquido llega a su estómago y calma de a poco sus ansias convertidas en estrés. Posa con calma la tasa en el mostrador para pensar cómo será su vida de ahora en adelante y a qué, aparte de a ella misma, deberá enfrentarse para salir del abismo en que fue llevada su existencia con la aprobación pasiva de su crianza, la aceptación inclinada hacia el amor y  la conformidad producida por el miedo infundido.

Aún sigue sin comer, con el segundo sorbo de té consigue calmar más el nerviosismo involuntario pero no así la solución a sus problemas que no sabe si terminaron o acaban de empezar.

Deja la taza a un lado parcialmente lleno, y coloca los pies descalzo en el piso frío, intenta no llorar pues decidió ser fuerte ante la adversidad. Camina hacia la ventana para que la luz del sol la llene de energías. Ya frente al ventanal, siente el calor traspasar el vidrio que evita que entre el ruido y recuerda que ese mismo vidrio… también evita que salga. Reposa su mejilla izquierda sobre sobre el vidrio de la ventana y siente como se le engatilla el estómago,  suspira profundamente para dejar salir el llanto el silencio, sin lágrimas, sin dolor.


Intenta despejar el panorama mental, alza el rostro al mismo tiempo que cierra los ojos y la luz del sol le llena de claridad su tez facial, siente una paz interna que la revitaliza. Ya no quiere recordar más, definitivamente no recordará más, pero eso para ella no debe significar olvidar.

Continuará...

Henry Martínez.-