viernes, 19 de febrero de 2016

(LOS MENSAJES DE) HERMES TRITÓN

En un tugurio del pueblo de baruta, más o menos a las diez de la noche, permanece absolutamente solo en una esquina un hombre solitario y de piel marrón, aferrado a una botella musitando incomprensiones. En el bolsillo trasero de su pantalón lleva enrollada una gaceta y un bolígrafo azul. Alrededor de esa esquina se apretujan algunos borrachos en contra de las otras mesas y el mostrador. El primitivo y maloliente alborozo del final de la tarde casi está extinto ahora, con charcos de barro y cerveza entre las sillas, infinidad de chapas a lo largo del piso configurando laberintos para las cucarachas. Muchos pies tambaleantes y escupitajos. La música ha disminuido su estridencia hasta convertirse en un murmullo agitado y caluroso.


Los portugueses detrás del mostrador se disponen a cerrar; pasan el sucio y sempiterno trapito encima de la barra una y otra vez, hasta cebar la superficie con una inmaculada capa de grasa.

El hombre de la esquina parece estar medio borracho, pero 
completamente ensimismado en algún tormentoso pensamiento. Sus ojos amarillentos transpiran la consternación. Sostiene con ambas manos la botella y le da vueltas en sus dedos febriles, como buscando algo. Hasta hace minutos estuvo escribiendo sin parar en los márgenes de la gaceta: frases, números, formulas químicas y alquímicas -me refiero a símbolos y anotaciones astrales, nombres de hierbas-. Y durante la tarde estuvo también en eso en en metrobus. Lleva días escuchando algo, en las noticias. Presiente que puede descifrarlo.

No obstante, las últimas horas han sido febriles. Su mente está agotada del solo intento de mantener un cauce de pensamientos. Por lo cual ha estado escribiendo en los márgenes de la gaceta. 
Ciertas fórmulas, se ha dicho. Pero también garabatos de todas las especies, de tal manera que quien abre ese cuaderno se consigue con lo que parecen ser las anotaciones de un poseso.

Tiempo después este hombre desaparecería, y en nosotros quedarían los registros de su obsesión. Al salir de aquella cueva se encontraría de pronto en una esquina gris del pueblo de baruta. El estruendo repentino del camión de la basura no alcanza a sobresaltarlo, se hunde el ruido en un pozo de silencio que nace en la boca de su estómago. Siente náuseas, pero se incorpora. Debe llegar a salvo -como que recuerda. ¿Adónde?

Tambaleante, se escabulle detrás de un poste, hacia un callejón, como una lagartija en un planeta desconocido.

De Jesús Torres, creador del blog scorpionmeat.blogspot.com/

domingo, 14 de febrero de 2016

DEL AMOR, LA AMISTAD Y EL AMOR

Hola buenos días, feliz día del amor y la amistad, pero ¿Existe el  amor y la amistad entre nosotros?
¿Es un amor amistoso o una amistad amorosa? 
¿Como separar un cosa de la otra? 
Es casi imposible separar una cosa de la otra, por eso hay amigos que se enamoran y amantes que se hacen amigos.
De mi parte te ofrezco una amistad incondicional y te ofrezco un amor sin medidas, una eternidad sin horas y una joya sin valor.
Un destello sin luz y una carta sin poemas, una rosa sin pétalos en un jardín sin flores.
Un brazo sin calor en una noche fría, unos labios sin pasión y una mirada vacía.
Pero con toda la paciencia que el amor da, con toda la incondicionalidad de la amistad.
Porque no hay amor sin amistad ni amistad sin amor, no hay vida sin ti porque mi vida eres tu.
Porque eres mi piso, eres mi techo, eres mi descanso y eres mi lecho.
Eres la vida a la que me aferro, el sueño en el que juego, eres mi mañana y mi noche, eres cada palabra que sale de mi alma, eres el te que me calma.
Serás el abrigo en mis días finales y serás el comienzo en mi otra vida.
Serás cada suspiro en cada mirada, serás cada historia en mis cuentos de hadas.
Eres la amistad y eres el amor, serás el amor y serás la amistad.

Henry Martínez.-


sábado, 6 de febrero de 2016

EN QUE TE CONVERTÍ



En que te convertí cuando tu mirada, que yace triste y vacía era la alegría de vida
y en  cada mirada iluminada, moría por ver esos ojos verdes cada mañana
ahora muere mi alma al ver nostalgia en tu mirada

En que te convertí cuando escucho tus pasos arrastrase,
tus pasos que flotaban en mi imaginación y no esperaba el momento de encontrarte
sino que corría a tu encuentro antes de cada cita

En que te convertí si el sonido de tu risa la traía el viento
y en mis oídos dejaban un aroma suave de calor en mi espíritu
ahora el dolor opaca tus labios y el sonido se hace tridente
Dios! en que te convertí

En que te convertí si tus manos áridas rosan mi piel dejando un rastro de sangre
que recorre por mi esencia plasmando una marca imborrable 
que aunque curada por tus lágrimas me recordaran siempre 
en que te convertí

Si me preguntan en que te convertí 
diré que eres producto de mi olvido, de mis ganas y de mis sinsabores
diré que te convertí en lo que soy y en lo que seré
diré que el viento te trajo a mi y soplé sin querer para regresarte
eras para mi y en otra te convertí. 

Viviré en lo que te he convertido y moriré con la que conocí
esparciré mi ser en la búsqueda de ti para que regreses con la brisa y refresques de bueno mi existencia
porque no es en lo que te convertí lo que quiero 
y si alejándome de ti regresas a ser tú
entonces al final te convertí en lo que eres.

Henry Martínez.-



miércoles, 3 de febrero de 2016

Encontrar lo que nunca se ha perdido (Parte I)


Con la calidez de la brisa del verano y sin recordar que antes había visto esa montaña, estaba allí parado sin dejar de observarla, mientras que el sol le daba en la cara pero aun con ese aire fresco que no te hace sentir el calor del día. Esta vez sentía el raro impulso de subir a esa montaña, existía algo que le atraía, no podía dejar de mirar y en cada detalle se detenía como si buscaba algo específico, como queriendo encontrar eso que se le había perdido y que sabía que estaba allí, en algún lugar de esa montaña. Pero, ¿qué era lo que buscaba? Aun daba vuelta en su mente tratando de buscar algo que le hiciera recordar, mientras tanto seguía observando la montaña, el sol continuaba su paso a través de las colinas iluminando cada segundo el verde prado y los altos arboles que cubrían cada palmo de la tierra como una alfombra. Y mientras más aclaraba mas se podía ver entre la quebrada el asomo del río que corría como insipientes gotas de rocío acumuladas en las hojas de los árboles y entre la grama, hasta alcanzar las parte más baja en una férrea competencia cuyo destino final es el mar.
Y aun seguía hay, parado frente a esa montaña, cada vez con más detalles, cada vez con más asomo, con los ojos más abiertos como si estuviera a punto de ver algo extraordinario, sin darse cuenta que el sol se hace más cálido.  Agudizaba ahora su visión, tratando de no moverse para escuchar los sonidos que provenían de esa montaña que tanto observaba. Esta vez con movimientos lentos comienza a recorrer con sus manos los bolsillos del pantalón constatando así que aun tenía su cartera, su celular, sus llaves del apartamento y del carro, siente el peso de su reloj en la muñeca y entre sus dedos chocan los anillos ubicados en su dedo anular y meñique, y se da cuenta que no es eso lo que busca. Detiene la búsqueda en sí mismo para no distraerse de los detalles que la luz del sol le ofrece de esa majestuosa montaña.
Ve  ahora con detenimiento los movimientos de los arboles, quizás sea el viento, quizás sean las aves. Ve con entusiasmo el paso de la brisa sobre el pasto, ondeando la yerba como el cabello de un hermoso corcel corriendo por el campo. Pero algo atrae su atención y mira fijamente entre los árboles, intenta afinar su visión inclinando su cabeza un poco hacia adelante,  volviendo  afinar con un leve movimiento de sus ojos pardos paseándose de izquierda a derecha… se detiene de inmediato, cree haber visto algo, visualiza como una sombra entre los arboles pero no sabe que es, parece que eso quisiese moverse pero al mismo tiempo estar quieto, cierra un poco los ojos para ver mejor y aun así no logra saber que es, pereciera que fuese un animal y también una persona, no logra adivinar. Al mismo instante que observa piensa que es su mente que le está jugando una mala pasada, pues sabe que nada físicamente puede ser tan cambiante, que nada en este mundo puede ser de dos formas al mismo tiempo. Pestañea por unos segundos y al mirar de nuevo la sombra ya no está, bueno… eso que creyó ver, ya no estaba. Pasa sus manos sobre sus ojos un poco cansados intentando refrescarlos, mira hacia las montañas buscando de nuevo eso que creyó haber visto y no esta, parece como que  nunca estuvo, pues un rayo de luz ya iluminaba ese lugar.
Baja la cabeza con un sentimiento de decepción, como si hubiese perdido su tiempo, pero algo dentro de sí quería volver a mirar. Y así lo hizo, se incorporo a su postura inicial y miró hacia la montaña, esta vez decidido a encontrar lo que buscaba. Miró y se dio cuenta que la montaña no se parecía a la misma que había visto hace unos minutos atrás, estaban los arboles y los prados, pero la iluminación del sol completamente en el cielo le daba al paisaje otra imagen distinta a la que iluminaba al alba. Miró de nuevo y esta vez agrandó la mirada entrando todo el esplendor de la imagen en sus ojos, ¡Tengo que subir! Pensó en voz alta y sin desprender la mirada de la montaña comenzó a caminar hacia ella.
El camino estaba marcado, la hora no le preocupada, solo quería subir pues aun sentía ese impulso que le aprisionaba el pecho. Mientras más se acercaba más imponente era la montaña, se le hacía inmensa pero eso no le importaba, solo quería subir. Ya el calor empezaba a hacer estragos y a pesar de la suave brisa que se cuela entre los árboles, solo tenía una cosa en mente: subir, ¡subir! ¡SUBIR! Y encontrar eso que buscaba, eso que creyó ver o  que su mente quiso que viera.

Henry Martínez.-

lunes, 1 de febrero de 2016

ACUARELA

Llovía. Abrí mi paraguas morado. Estaba esperando el autobús. Pasaron los minutos, un hombre con camisa azul paseaba de lado a lado en su terraza, bastante lejos de mi. Lo seguí con la mirada, para luego concentrarme en la trayectoria de las gotas entre el cielo y el piso, en la mitad estaban los carros, los faros, mi paraguas y los charcos. Pasaron más minutos. La lluvia caía constante. Me acuclillé en el piso y sostuve el paraguas entre mis rodillas, saqué mi diario y comencé a escribir: Llovía, abrí mi paraguas rojo. Estoy esperando el autobús. Pasan los minutos, hay un hombre con camisa amarilla paseando de lado a lado en su terraza, una cuadra hacia el frente. El autobús llego retrasado, sus luces parpadeaban, yo estaba mojada. El motor me adormece, veo la trayectoria de las gotas de un extremo a otro en la ventana, cuento los puntos de luz. Me quedo dormida y sueño: llueve, y abro mi paraguas rosado. Estoy esperando un autobús. Pasa un tiempo, un hombre con la camisa verde pasea de un lado a otro en una terraza en un edificio alto y gris, lo veo muy lejos. Me acuclillo en el piso, hay ramas pequeñas y verdes asomándose en los charcos cerca de mí. Sostengo mi paraguas en mi rodilla y saco un espejo, pero no puedo verme el rostro. Hay gotas de agua en mis ojos, no puedo abrirlos bien; el agua se siente fría y me despierta. Sigue lloviendo, estoy esperando el autobús.

Autora: Delia Salazar
Blog: ceraycarbon.blogspot.com