miércoles, 3 de febrero de 2016

Encontrar lo que nunca se ha perdido (Parte I)


Con la calidez de la brisa del verano y sin recordar que antes había visto esa montaña, estaba allí parado sin dejar de observarla, mientras que el sol le daba en la cara pero aun con ese aire fresco que no te hace sentir el calor del día. Esta vez sentía el raro impulso de subir a esa montaña, existía algo que le atraía, no podía dejar de mirar y en cada detalle se detenía como si buscaba algo específico, como queriendo encontrar eso que se le había perdido y que sabía que estaba allí, en algún lugar de esa montaña. Pero, ¿qué era lo que buscaba? Aun daba vuelta en su mente tratando de buscar algo que le hiciera recordar, mientras tanto seguía observando la montaña, el sol continuaba su paso a través de las colinas iluminando cada segundo el verde prado y los altos arboles que cubrían cada palmo de la tierra como una alfombra. Y mientras más aclaraba mas se podía ver entre la quebrada el asomo del río que corría como insipientes gotas de rocío acumuladas en las hojas de los árboles y entre la grama, hasta alcanzar las parte más baja en una férrea competencia cuyo destino final es el mar.
Y aun seguía hay, parado frente a esa montaña, cada vez con más detalles, cada vez con más asomo, con los ojos más abiertos como si estuviera a punto de ver algo extraordinario, sin darse cuenta que el sol se hace más cálido.  Agudizaba ahora su visión, tratando de no moverse para escuchar los sonidos que provenían de esa montaña que tanto observaba. Esta vez con movimientos lentos comienza a recorrer con sus manos los bolsillos del pantalón constatando así que aun tenía su cartera, su celular, sus llaves del apartamento y del carro, siente el peso de su reloj en la muñeca y entre sus dedos chocan los anillos ubicados en su dedo anular y meñique, y se da cuenta que no es eso lo que busca. Detiene la búsqueda en sí mismo para no distraerse de los detalles que la luz del sol le ofrece de esa majestuosa montaña.
Ve  ahora con detenimiento los movimientos de los arboles, quizás sea el viento, quizás sean las aves. Ve con entusiasmo el paso de la brisa sobre el pasto, ondeando la yerba como el cabello de un hermoso corcel corriendo por el campo. Pero algo atrae su atención y mira fijamente entre los árboles, intenta afinar su visión inclinando su cabeza un poco hacia adelante,  volviendo  afinar con un leve movimiento de sus ojos pardos paseándose de izquierda a derecha… se detiene de inmediato, cree haber visto algo, visualiza como una sombra entre los arboles pero no sabe que es, parece que eso quisiese moverse pero al mismo tiempo estar quieto, cierra un poco los ojos para ver mejor y aun así no logra saber que es, pereciera que fuese un animal y también una persona, no logra adivinar. Al mismo instante que observa piensa que es su mente que le está jugando una mala pasada, pues sabe que nada físicamente puede ser tan cambiante, que nada en este mundo puede ser de dos formas al mismo tiempo. Pestañea por unos segundos y al mirar de nuevo la sombra ya no está, bueno… eso que creyó ver, ya no estaba. Pasa sus manos sobre sus ojos un poco cansados intentando refrescarlos, mira hacia las montañas buscando de nuevo eso que creyó haber visto y no esta, parece como que  nunca estuvo, pues un rayo de luz ya iluminaba ese lugar.
Baja la cabeza con un sentimiento de decepción, como si hubiese perdido su tiempo, pero algo dentro de sí quería volver a mirar. Y así lo hizo, se incorporo a su postura inicial y miró hacia la montaña, esta vez decidido a encontrar lo que buscaba. Miró y se dio cuenta que la montaña no se parecía a la misma que había visto hace unos minutos atrás, estaban los arboles y los prados, pero la iluminación del sol completamente en el cielo le daba al paisaje otra imagen distinta a la que iluminaba al alba. Miró de nuevo y esta vez agrandó la mirada entrando todo el esplendor de la imagen en sus ojos, ¡Tengo que subir! Pensó en voz alta y sin desprender la mirada de la montaña comenzó a caminar hacia ella.
El camino estaba marcado, la hora no le preocupada, solo quería subir pues aun sentía ese impulso que le aprisionaba el pecho. Mientras más se acercaba más imponente era la montaña, se le hacía inmensa pero eso no le importaba, solo quería subir. Ya el calor empezaba a hacer estragos y a pesar de la suave brisa que se cuela entre los árboles, solo tenía una cosa en mente: subir, ¡subir! ¡SUBIR! Y encontrar eso que buscaba, eso que creyó ver o  que su mente quiso que viera.

Henry Martínez.-

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