Llovía. Abrí mi
paraguas morado. Estaba esperando el autobús. Pasaron los minutos, un hombre
con camisa azul paseaba de lado a lado en su terraza, bastante lejos de mi. Lo
seguí con la mirada, para luego concentrarme en la trayectoria de las gotas
entre el cielo y el piso, en la mitad estaban los carros, los faros, mi
paraguas y los charcos. Pasaron más minutos. La lluvia caía constante. Me
acuclillé en el piso y sostuve el paraguas entre mis rodillas, saqué mi diario
y comencé a escribir: Llovía, abrí mi paraguas rojo. Estoy esperando el
autobús. Pasan los minutos, hay un hombre con camisa amarilla paseando de lado
a lado en su terraza, una cuadra hacia el frente. El autobús llego retrasado,
sus luces parpadeaban, yo estaba mojada. El motor me adormece, veo la
trayectoria de las gotas de un extremo a otro en la ventana, cuento los puntos
de luz. Me quedo dormida y sueño: llueve, y abro mi paraguas rosado. Estoy
esperando un autobús. Pasa un tiempo, un hombre con la camisa verde pasea de un
lado a otro en una terraza en un edificio alto y gris, lo veo muy lejos. Me
acuclillo en el piso, hay ramas pequeñas y verdes asomándose en los charcos
cerca de mí. Sostengo mi paraguas en mi rodilla y saco un espejo, pero no puedo
verme el rostro. Hay gotas de agua en mis ojos, no puedo abrirlos bien; el agua
se siente fría y me despierta. Sigue lloviendo, estoy esperando el autobús.
Autora: Delia Salazar
Blog: ceraycarbon.blogspot.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario