viernes, 25 de marzo de 2016

ENCONTRAR LO QUE NUNCA SE HA PERDIDO (Parte II)

Al encontrarse al pie de la montaña, y al  estar frente a frente a ese reto pensó: ¿realmente esto es lo que quiero? Dudó un segundo y sin darse una  respuesta comenzó el camino. El aire era distinto, se respiraba distinto, era un poco más puro, muy diferente al de la ciudad, se podía sentir la tranquilidad del bosque, la luz se hacía poca a medidas que avanzaba, el camino cada vez mas empinado se le hacía difícil, y aun así no detenía su marcha ni aminoraba su paso. Trataba de respirar profundamente para que su corazón no se agitara y no tener que detenerse, no quería perder tiempo, quería llegar hasta donde le fuera posible, hasta donde la vista le asegurara que estaba en el lugar que el miraba insistentemente desde abajo.
Falta poco…se decía cada vez para no apagar sus ganas de seguir subiendo, casi ya era medio día, el sol seguía sus pasos hacia lo más alto del cielo, él no lo notaba pues mantiene su paso apresurado hasta lo más elevado de montaña. El camino ya no se divisaba con claridad, no ha mirado hacia atrás pero el camino dejado se hace cada vez más pequeño y aun así sigue subiendo casi perdiendo el norte pero seguro de saber a dónde va, y siguiendo su rumbo, no detiene su marcha ni un solo instante. Solo se escucha el canto de algunas aves. Un sonido llama su atención, es un sonido ligero y fugaz, mira a su izquierda pero sin detener la marcha y cree haber visto algo así como una lagartija que se paralizó al andar de sus pasos firmes para luego perderse muy velozmente de su vista entre los matorrales.
Continua subiendo, aun no sabe cuánto le falta pero está seguro que pronto llegará. El camino ha desaparecido y no se ha dado cuenta pues su mente está en ese encuentro esperado. Ya comienza a caminar con un poco de dificultad porque no hay sendero alguno, se enreda entre unos ramales, pero insiste en seguir, nada detendrá su avance. Hala con fuerza su pierna derecha atrapada con unas raíces secas tiradas en el suelo como para no dejar pasar a ningún intruso que intente violentar su virginal paisaje. Quita de su rostro algunas hojas que rasgan la superficie de su cara como hojillas, sintiendo que le arde la piel con el paso del sudor  mientras se impulsa ayudado con unas lianas que desciende de algunos árboles, mas sin embargo se le hace complicado el ascenso.

Se tropieza con un árbol al que intenta recostarse por un instante para descansar pero sus piernas no le permiten parar, pereciera que le guía su corazón más que la razón. El cansancio se asoma más y más en su mirada, sigue su rumbo con sumo esfuerzo pues sigue enredado con ramas que cada vez mas pareciera que se hacen irrompibles. Se siente desmayar, posa su mano en un tronco para impulsarse hacia adelante y así continuar subiendo. 
Henry Martínez.-

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