De regreso a la cocina pasa
por el baño del pasillo para lavarse la cara un poco. Frente al lavamanos posa
su espíritu esperando a ver si ya se puede incorporar a su cuerpo, abre el
grifo para escuchar caer el agua dentro
del recipiente de cerámica y sentir un poco de libertad. Aun no se puede
reponer de algunas formas de lucha que revolotean en su cabeza y que no se
disipan fácilmente como ella lo desea. Sabe que tiene al frente un espejo pero
no levanta la mirada para verse y
encontrarse con ella misma porque seguro recibirá un fuerte reclamo desde el espejo que la desanimará más de lo que ya está.
Mientras siente el frescor
del agua mojar su rostro, piensa en lo agradable que es abrigar una caricia, dulce,
suave, tierna y llena de amor.
En los tiempos en que las
mariposas aun volaban en su mente ella intenta recrear en lo que creía, en esos
momentos que la felicidad era el fin último. Vivir la aventura de encontrar el
amor, la vida idealizada desde los tiempos remotos y que ha transcendido hasta
nuestros días en la mente de muchos de nosotros. Que la felicidad sea nuestra
gloria eterna… eso nos lo han inculcado como norma infinita sin instrucciones
previas.
Seca el rostro con cuidado
de no lastimarse más de lo que ya se encuentra, la dura batalla ha dejado el
pasto seco en el campo donde la beligerancia cobró las victimas que se
enfilaban a la esperanza de vivir en el paraíso de su espíritu. En ese mundo
ideado sólo para uno mismo sin permiso de los demás. Viajar a ese mundo es
viajar con zapatos de plomo, es un viaje tan pesado que muchos desisten y se
quedan en cualquier mundo que se consiguen en el camino embarcándose hacia un
destino incierto donde el único perjudicado sería su alma.
Ella vuelve en sí después de
este viaje mental. Seca sus ojos pero no del agua con que se roció en el
rostro, si no de unas lágrimas que se confundieron en sus mejillas húmedas.
Intenta reponerse de una vez
por todas pero su espíritu aún no se incorpora. Sale del baño con intenciones
de ir a la cocina pero teniendo que arrastras su peso para llegar hasta allá.
Continuará...
Henry Martínez.-
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